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💊️Salud

Semillas, células y proteínas

por
Miguel F colaborador

No cabe duda de que nos encontramos en un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Debido a retos concretos, se ha hecho necesario que nos replanteemos muchos asuntos que antes dábamos por sentado. Uno de ellos, sin duda, es nuestra alimentación. Pasamos décadas abusando del consumo de azúcar, grasas, alimentos procesados, etc., lo que llevó a un aumento significativo de los casos de diabetes, obesidad, presión arterial, entre muchos otros. Esto hizo que cada uno de nosotros prestara más atención a lo que comía y buscara alternativas más naturales.

Esta es quizás una de las palabras clave en este asunto: ‘natural’. Con el paso del tiempo, cada vez es más difícil definir este concepto. Ya que la intervención del hombre o incluso la propia evolución de la naturaleza está difuminando la línea entre lo natural y lo modificado. En medio de esta polémica, es inevitable no pensar en los alimentos modificados genéticamente. Su mera mención genera automáticamente una serie de emociones negativas. Su investigación comenzó hace más de tres décadas por la empresa Monsanto, actualmente propiedad de Bayer (BATS EU: BAYN). Pensar en los alimentos modificados genéticamente puede causar asombro, sobre todo si se tiene en cuenta que la empresa pionera en este tipo de investigaciones, Monsanto, se vio envuelta en numerosas denuncias y batallas legales.

Lo cierto es que, desde un punto de vista lógico, los alimentos modificados genéticamente tienen aplicaciones muy funcionales. Pensemos por un momento en una especie vegetal comestible que pueda ser plantada en ambientes agresivos, con temperaturas extremas, escasez de agua y con capacidad para repeler todo tipo de plagas. Desde ese punto de vista, se trata de una tecnología excepcional que podría incluso contribuir a acabar con el hambre en el mundo. Pero cuando se trata de alimentos, no todo es lógico; al fin y al cabo, estamos hablando de nuestro combustible, que tiene repercusiones físicas, emocionales e incluso espirituales. Estamos inmersos en cuestiones socioculturales, ecológicas, ideológicas e incluso religiosas que influyen directamente en la decisión de comer tal o cual alimento.

Mientras se llevan a cabo numerosas investigaciones para definir si los alimentos modificados genéticamente son peligrosos para la salud a medio y largo plazo, han surgido algunas alternativas igualmente llamativas, como la carne cultivada en laboratorio. El proceso, a grandes rasgos, se basa en extraer células animales y alimentarlas con nutrientes para que, tras un largo proceso, se conviertan en tejido, que finalmente dará lugar a la ansiada carne. Es una alternativa interesante, teniendo en cuenta que el maltrato animal se reduce al mínimo. Al mismo tiempo, el producto contiene el control de calidad de un laboratorio.

Sin duda, una nueva conciencia por la preservación del medio ambiente se suma a nuestro esfuerzo por comer mejor, y la creciente afluencia de personas que se adentran en el vegetarianismo y el veganismo están cambiando los hábitos alimentarios. Esto impulsa a la ciencia a buscar alternativas e incluso a las grandes empresas alimenticias a dar un giro de 180 grados y replantear sus menús. Por ejemplo, McDonald’s (NYSE: MCD) ha lanzado recientemente su nuevo producto: la ‘McPlant‘, una hamburguesa hecha con vegetales que imita a la carne animal en color, textura y sabor.

Todavía quedan muchas cuestiones por estudiar e infinitas investigaciones por realizar para certificar pros y contras, beneficios y adversidades. Es un tema tan apasionante como delicado. El camino estará sin duda lleno de información/desinformación que buscará convencer al consumidor de tal o cual cosa. No olvidemos que detrás de este ‘combustible’ que genera la energía necesaria para nuestras vidas está una de las industrias más multimillonarias del mundo.

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