Milei se esfuerza por un peso libre, pero el último salto será el más difícil

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El presidente argentino, Javier Milei, sigue insistiendo en que el peso flotará libremente en el mercado en el corto plazo, pero aunque anteriormente insinuó que los controles de capital podrían eliminarse en abril, ahora parece que ese plazo se está retrasando un poco. Mucho depende del tipo de acuerdo que el país sudamericano pueda alcanzar con el Fondo Monetario Internacional para una nueva ronda de financiación, y las próximas elecciones también influirán en el cálculo político y económico.

“Sin la ayuda del Fondo, el 1 de enero de 2026 el cepo va a dejar de existir”, dijo Milei en una entrevista televisada a principios de este mes, reafirmando declaraciones anteriores y agregando que un nuevo financiamiento del organismo ayudaría a acelerar ese plan. Sin embargo, hay un pequeño dilema: según informes, el prestamista global de última instancia quiere que el país primero elimine las restricciones cambiarias y deje flotar el peso antes de aprobar cualquier nuevo financiamiento.

A la complejidad se suman las elecciones legislativas previstas para octubre, que pondrán a prueba la popularidad del partido de Milei y servirán como un referéndum sobre el respaldo a lo que él describe como el mayor paquete de austeridad en la “historia de la humanidad.” Cualquier error de cálculo podría costarle caro, ya que liberar al peso demasiado pronto podría provocar una devaluación y reavivar una inflación que apenas comienza a ser controlada. Mientras tanto, algunos sectores empresariales han estado abogando por una moneda más débil, argumentando que respaldaría a la industria nacional e impulsaría la productividad que el gobierno también necesita.

Enfoque por fases

“Para Milei, el equilibrio entre los imperativos electorales y las demandas de estabilización y reforma no solo dará forma a 2025, sino que también definirá la trayectoria a largo plazo de su presidencia y el futuro económico de Argentina”, dijo Alejandro Werner, quien anteriormente dirigió los asuntos del hemisferio occidental en el FMI, en una publicación de blog. Werner espera que el organismo adopte un enfoque gradual, brindando apoyo a corto plazo para cubrir las obligaciones de 2025 y luego un respaldo más sustancial el próximo año, tras la implementación de medidas para liberar la moneda, algo que las empresas extranjeras también exigen como requisito previo para invertir después de las elecciones.

Milei, por su parte, dijo en una entrevista separada este lunes que un acuerdo con el FMI estaba casi cerrado. En lo que se convirtió en un extenso monólogo, también rechazó firmemente cualquier sugerencia de que el peso estuviera demasiado caro y argumentó, en cambio, que los esfuerzos por expandir las exportaciones de recursos naturales como el cobre, el litio y el uranio podrían fortalecerlo a largo plazo.

“El dólar no está caro, ni barato”, dijo Milei en una respuesta prolija a una pregunta sencilla del entrevistador sobre el tipo de cambio. El excéntrico economista defendió su postura en detalle con su característica retórica académica, más apropiada para una conferencia universitaria avanzada que para un programa matutino de televisión. Aparentemente, desestimó la narrativa de que una métrica más fácil de entender —el llamado índice Big Mac, que mide el precio comparativo de la famosa hamburguesa de McDonald’s en distintos países— indicaba que el peso estaba sobrevaluado. De hecho, los datos anecdóticos parecen respaldar su afirmación.

Por ejemplo, un Big Mac cuesta actualmente alrededor de 7.300 pesos en Buenos Aires. Eso equivale a 6,72 dólares al tipo de cambio oficial de 1.086 pesos por dólar, y a 6,03 dólares al tipo de cambio del mercado negro de 1.210 pesos. En Miami, el precio actual de un Big Mac es de 6,83 dólares. Esto sugiere que el peso argentino, en realidad, parece estar ligeramente subvaluado en comparación con los precios estadounidenses, tanto en el mercado oficial como en el paralelo. Claro que esta medida es una herramienta imperfecta que no refleja completamente el poder adquisitivo local. Aun así, es un indicador fácil de comparar a nivel global y muestra que los argentinos pueden estar obteniendo una mejor relación de precios de lo que creen, especialmente en un contexto mundial donde la inflación y el aumento de los precios de los alimentos han afectado a todos. Un Big Mac puede parecer caro en Buenos Aires, pero lo es aún más en otros lugares. En otras palabras, Milei tiene un punto: los tipos de cambio actuales están en una especie de zona de equilibrio —o “Goldilocks zone”— que podría no sufrir grandes ajustes una vez que se levanten los controles.

Factores psicológicos

Dejando de lado las hamburguesas, hay factores psicológicos más amplios en juego. Se sabe que la gente tiende a acumular dólares instintivamente después de una devaluación, y la eliminación repentina de las restricciones también podría impulsar artificialmente la demanda de la moneda estadounidense y debilitar el peso, al menos al principio. Por eso, el plan de largo plazo del gobierno de Milei de devaluar lenta pero sostenidamente el tipo de cambio oficial cada mes ha sido una pieza central de su estrategia.

La reducción a la mitad de ese ritmo mensual el mes pasado, del 2% al 1%, fue interpretada por algunos como un retroceso en el compromiso de eliminar los controles cambiarios, cuando en realidad es todo lo contrario. Para que una flotación libre realmente funcione, Milei necesita que los argentinos vuelvan a ver su propia moneda como una reserva de valor confiable, y esta mayor estabilidad programada es un paso en esa dirección. El propio Milei dijo en noviembre que la medida marcaría un hito clave en el camino hacia un peso libre. Las expectativas importan, y ha trabajado intensamente para construir una contranarrativa a la percepción de un peso en constante deterioro, incluso sugiriendo que podría apreciarse hasta un 100% una vez que se libere. Eso haría que una Big Mac fuera realmente cara.

Con la brecha entre las tasas oficiales y del mercado negro reducida a la mitad en el último año, situándose ahora en apenas un 10%, el mayor desafío de Milei será navegar entre los reclamos contradictorios de las empresas exportadoras que exigen un peso más barato y una población harta de la devaluación que necesita recuperar la confianza en su propia moneda. Su estrategia gradual ha funcionado hasta ahora, pero el paso final será el más complicado. Milei ha estado escalando una montaña lentamente, pero el objetivo final requerirá un salto desde un acantilado.