Japón se enfrenta a un curso intensivo de psicología inflacionaria

La inflación es un fenómeno económico temido, y con razón. En sus peores momentos, puede provocar una pérdida generalizada de confianza en la moneda de un país, como ocurrió con el bolívar venezolano, y generar todo tipo de comportamientos extremos e irracionales, a medida que los consumidores se apresuran a gastar su dinero antes de que pierda valor.
En Japón, sin embargo, muchos esperaban que el aumento de precios representara un cambio bienvenido que ayudaría a reactivar una economía estancada tras casi treinta años de deflación, en un período que ahora se conoce comúnmente como “Las Décadas Perdidas”. La caída de precios, según la lógica, puede paralizar la demanda e incentivar a la gente a acumular efectivo y esperar un futuro más barato. Solo recientemente los banqueros centrales en Tokio han podido declarar la victoria sobre ese malestar persistente, tras ocho años de estímulos y tasas de interés negativas.
Pero lejos de celebrarlo, los japoneses están descubriendo que el cambio de paradigma no les resulta tan favorable y, en lugar de estimular la demanda, está generando inquietud entre los consumidores. En vez de gastar más como se anticipaba, están reduciendo aún más sus compras básicas, e incluso algunos han cambiado su dieta por opciones menos saludables. El Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar del país tocó una fibra sensible a finales del año pasado cuando informó que el consumo promedio de verduras había caído a un mínimo histórico, atribuyendo el descenso al aumento de precios.
“No puedo comprarlas aunque quisiera, son demasiado caras”, escribió un usuario japonés en X en una publicación ampliamente compartida que ya acumula 4,2 millones de visualizaciones. “Comer sano es ahora un lujo. Aunque quieras, la mayoría de la gente no puede permitírselo”.
Y no se trata solo de verduras y productos frescos. Los precios del arroz subieron casi un 28% el año pasado tras una mala cosecha y un aumento del turismo extranjero, con visitantes que aprovecharon la depreciación del yen para buscar ofertas, lo que a su vez saturó los restaurantes. El gobierno anunció el mes pasado que liberaría reservas de arroz para tratar de contener los precios, pero, según un informe, la medida aún no ha tenido un impacto significativo. En 2024, el gasto promedio de los hogares japoneses en alimentos, como porcentaje del gasto total, subió al 28,3%, el nivel más alto en 43 años y muy por encima de otras economías del Grupo de los Siete.
Batalla psicológica por delante
En medio del descontento, economistas y legisladores han centrado su atención en la política del banco central, el crecimiento de los salarios e incluso la demografía. Sin embargo, la verdadera batalla podría ser psicológica. Después de todo, cambiar la mentalidad de una población que ha vivido tres décadas con un valor del dinero prácticamente inmutable para que ahora adopte una nueva era en la que el “valor del tiempo” cobra sentido no es tarea fácil.
“Las creencias de la gente no son lógicas, son psicológicas”, afirmó Ravi Dhar, profesor de marketing en Yale, en un análisis sobre psicología inflacionaria. “Esto significa que las percepciones de la inflación no se basan en cambios reales en los precios del mercado, sino en los cambios que captan nuestra atención… La gente evalúa la incertidumbre no en función de hechos, sino de emociones”.
En otras palabras, muchos consumidores japoneses pueden estar de mal humor y responder instintivamente a la subida de precios reduciendo sus compras, incluso mientras intentan seguir priorizando el ahorro. Aunque disfruten de la búsqueda de ofertas o visiten mercados de agricultores, gestionar las expectativas podría ser tan crucial como la política de tasas de interés en los próximos meses. Dhar explicó que muchas personas reaccionan a la inflación buscando descuentos, comparando precios e incluso comprando al por mayor, y que tomará tiempo antes de que el consumidor promedio haga la transición de una mentalidad deflacionaria a una inflacionaria.
“Comprender que los sentimientos de la gente importan más que los hechos es muy frustrante para los líderes políticos, pero tiene implicaciones clave en la forma en que deben comunicarse”, continuó Dhar. “Algunos políticos son muy intuitivos en este sentido. Bill Clinton tenía la famosa frase: ‘Entiendo tu dolor’. Es fundamental reconocer primero los sentimientos y luego presentar la información de una manera que resuene con ellos”.
Los responsables políticos en Japón deberían tomar nota. El país está contando una historia inflacionaria única, y el campo de batalla más importante estará en la mente de los consumidores. El alza de precios es justo lo que el médico recetó, pero los compradores podrían necesitar ayuda para tragar la medicina… y para que no les caiga mal.