El enfoque antimonopolio de EE. UU. ha tenido altibajos a lo largo del tiempo

El tema de la política antimonopolio ha cobrado protagonismo en los últimos meses, ya que el gobierno estadounidense busca la desintegración de Alphabet (NASDAQ: GOOGL) en dos casos judiciales separados.
Uno se centra en su dominio entre los buscadores de internet y el otro en su posición predominante en el mercado de la publicidad digital. Meta (NASDAQ: META) también ha sido demandada por acusaciones antimonopolio relacionadas con la compra de WhatsApp e Instagram.
La historia de la política antimonopolio en Estados Unidos refleja una preocupación gubernamental fluctuante por la concentración de poder en empresas individuales. A menudo, esto responde al estado de la economía: una economía fuerte suele estar asociada con una menor preocupación por los monopolios.
No hubo una regulación nacional sustancial de las prácticas monopolísticas hasta finales del siglo XIX. El crecimiento de las industrias ferroviaria y petrolera, acompañado de una feroz represión de la competencia, generó preocupación en torno al tema.
Un Rockefeller rapaz
Standard Oil, dirigida por John Rockefeller, fue el emblema de los llamados trusts abusivos, como se conocía entonces a los monopolios. Rockefeller expandió la compañía en las décadas de 1870 y 1880 mediante amenazas económicas a la competencia y acuerdos clandestinos de reembolsos con los ferrocarriles, creando un monopolio en la industria petrolera.
Esto impulsó al Congreso a aprobar la Ley Antimonopolio Sherman en 1890, que aún hoy es la principal legislación contra los monopolios. La Corte Suprema disolvió Standard Oil en 1911. Los presidentes Theodore Roosevelt (1901-1909), William Howard Taft (1909-1913) y Woodrow Wilson (1913-1921) fueron los grandes destructores de monopolios de la historia estadounidense.
El movimiento progresista surgió en ese período como reacción a la extrema desigualdad de ingresos de finales del siglo XIX. En 1914, el Congreso aprobó otra ley antimonopolio aún vigente: la Ley Clayton.
Pero la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión de los años treinta, la Segunda Guerra Mundial y el auge económico de las décadas de 1950 y 1960 desviaron la atención del problema de la concentración corporativa. Para la década de 1960, los conglomerados empresariales dominantes se consideraban positivos. Aun así, el Departamento de Justicia presentó un célebre caso antimonopolio contra IBM (NYSE: IBM) en 1969, pero fue desestimado en 1982.
AT&T en los 80, Microsoft en los 90
Cuando la economía se deterioró en la década de 1970, la preocupación por los monopolios resurgió. En 1982, el monopolio telefónico Bell System de AT&T accedió a dividirse en siete compañías regionales, las llamadas “baby Bells”. Sin embargo, como muestra del carácter cíclico de la política antimonopolio, hoy solo quedan tres grandes operadores telefónicos: AT&T (NYSE: T), Verizon (NYSE: VZ) y T-Mobile (NASDAQ: TMUS).
El auge explosivo de la industria tecnológica en los años 90 reavivó las alarmas. En 1998, el Departamento de Justicia y 19 estados demandaron a Microsoft (NASDAQ: MSFT) por su dominio de los sistemas operativos y navegadores de internet. La empresa llegó a un acuerdo que limitó ciertas prácticas, pero no implicó una escisión.
Con el auge económico que siguió al año 2000, el enfoque antimonopolio volvió a diluirse. La industria tecnológica se consolidó como una suerte de oligarquía liderada por Alphabet, Amazon (NASDAQ: AMZN), Apple (NASDAQ: AAPL), Meta Platforms y Microsoft. Durante buena parte de los últimos 20 años, el gobierno ha actuado más como socio de estas empresas que como regulador.
Pero el deterioro económico de los últimos años y el reclamo de sectores conservadores por supuesta censura en redes sociales han alimentado una ofensiva contra los gigantes tecnológicos como Alphabet.
Qué saldrá de esto es difícil de prever. Lo más probable es que los casos lleguen a la Corte Suprema, y hasta ahora no hay indicios claros sobre cómo los jueces interpretan la concentración de poder en el sector tecnológico.